El soplo no tiene puertas ni ventanas, sigue los relieves de un valle que ronda el cóndor. Los pasos crearon muros, estelas de lenguaje, nubes de hormigón que elevan la casa del Manquehue. Sus cristales cóncavos traen la ciudad a su estar. Vivienda ceñida al baile de Cazú, Clara y otros moradores, un arte femenino y democrático. Este es el valle de la liberación femenina, espacios flexibles, ensanche del alma sin muros ni restricciones.